
En la Sesión Pública, instancia inaugural del workshop «des_VINCULADOS» dictado por T25 Arquitectos y realizada en 13 de abril en el Auditorio de Fau-Universidad de Chile, fue presentada la ponencia «Discursos – arquitectura – vivienda – clase media».
In the Public Session, the inaugural instance of the «des_VINCULADOS» workshop dictated by T25 Arquitectos and held on April 13 at the Fau-Universidad de Chile Auditorium, the lecture «Discourses – architecture – housing – middle class» was presented.
DISCURSOS – ARQUITECTURA – VIVIENDA – CLASE MEDIA *
(*) Resumen basado en la presentación realizada en el Auditorio de la FAU-Universidad de Chile el 13 de abril de 2017 como parte de la Sesión Pública del workshop des_VINCULADOS organizado por T25 Arquitectos.
I.
Me gustaría plantear una postura a partir de la cual abordar el tema propuesto por el workshop “des_VINCULADOS”: Mark Wigley asevera que los arquitectos, más que constructores son habladores:
“Quiero insistir en que los arquitectos son primero y sobre todo intelectuales. Los arquitectos no son constructores. Los arquitectos son habladores. Ellos no hacen objetos sólidos. Ellos hacen discursos sobre los objetos.”[1]
Esto toma particular relevancia si lo vinculamos con la propuesta de discurso del filósofo Michel Foucault, quien plantea que estos consisten en una serie de enunciados o planteamientos que comunican una cierta idea y que definen todo lo que puede ser dicho sobre un tema a partir de la conformación de una forma particular de entender la realidad.[2] Los discursos entonces no son solo un glosario particular de palabras, pues más bien abarcan los significados o ideologías planteados por medio de éstas. Con lo anterior quiero hacer alusión a que la arquitectura puede ser entendida como una disciplina en la cual operan un conjunto de discursos administrados por un organismo de control que valida constantemente cuales de estos generan arquitectura y cuáles no. Y si nos referimos a los discursos que pueden operan en la arquitectura, encontraremos que varios podrían ocuparse paralelamente y en conjunto – justificándose unos a otros –, mientras que otros se ignorarían y excluirían – conformando enunciados de verdad diferentes -. Incluso pueden existir estrategias discursivas aparentemente extintas debido a su desuso u ocultación intencionada.
En este sentido, siguiendo los planteamientos de Wigley, quisiera que prestáramos más atención a los discursos que se presentan a través de las obras que a las particularidades formales, espaciales o materiales de éstas. Por esta razón, al presentar ejemplos durante la ponencia detectarán que intentaré que las fotografías de las obras sean opacadas por lo que se dice sobre ellas.
II.
Es de dominio público el auge que ha tenido la arquitectura realizada en Chile a partir de los años 90´s, siendo gran parte de las obras destacadas aquellas referidas a segundas viviendas o casas de temporada en zonas sub-urbanas o rurales del país. Un simple ejemplo de esto es que tanto en publicaciones nacionales –Casas de temporada (2003). Ediciones ARQ– como internacionales –Chile – Deep South (2006). a+u 2006:07– la selección de obras presentadas como representativas de la arquitectura “chilena” correspondía en su mayoría a este tipo de proyectos. Igualmente, no es novedad subrayar, como lo hizo Juan Pablo Corvalán en su texto “Un comentario: ¿Cuál arquitectura chilena?,[3] que la gran mayoría de estos proyectos son encargados o benefician específicamente a los sectores A, B, C1 y C2 de la sociedad, los cuales representan solo aproximadamente al 30% de la población del país; esto inmediatamente nos lleva a relacionar el desarrollo de este tipo de proyectos con la capacidad de respaldo de recursos económicos. Sin embargo, limitarnos a referirnos al tema de los recursos económicos como la principal condicionante para que estos proyectos puedan llevarse a cabo evita identificar y discutir acerca de, al menos, otra coyuntura particular que considero igual, e incluso más primordial.
“A lo largo de nuestro discurso, por tanto, no hacemos más que recordar la fase inicial de ese ciclo unitario, leyendo la evolución desde Brunelleschi hasta los primeros años del 600 como el momento en el que una «pseudoclase» de intelectuales –los artistas – se auto define como vanguardia ideológica de las clases en el poder, y ofrece, mediándolas con el historicismo clasicista, normas racionales y universales de comportamiento.”[4]
Como identifica Tafuri en el caso de la arquitectura del quattrocento, lo que permitió la realización de obras paradigmáticas como el Palazzo Medici, el Palazzo Ducale de Urbino o la Cappella dei Pazzi no fue únicamente la capacidad económica de los mecenas que las encargaron, sino la coincidencia de la agenda de esta nueva burguesía con la revalorización de los cánones clásicos que pregonaban los artistas de la época. En este sentido, me parece relevante destacar en el caso que nos atañe el hecho de que los arquitectos responsables de estas viviendas ubicadas en parajes apartados del territorio nacional hayan logrado vincularse con clientes que, más allá de contar con los recursos que permitieran la experimentación con emplazamientos, formas y materiales no tradicionales, pudieran permitir desarrollar en las obras aquellos discursos que cada uno de ellos estaba interesado en estudiar. Es así como, por ejemplo, gracias al casi auto-encargo a partir del cual Mathías Klotz diseña una casa para su madre en 1991 -unos de los proyectos iniciadores de la generación de los 90´s: la Casa Klotz– es posible que éste realizara el ejercicio compositivo de diseñar una pequeña vivienda de 2 niveles a partir de la sustracción de volúmenes de un cubo monomaterial de estructura de madera; las Casa de Cobre 1 y 2 desarrolladas entre 1996 y 2004 permiten a Smiljan Radic experimentar sobre las capacidades del cobre como revestimiento a partir de las tradiciones constructivas del sur de Chile; o a partir de la Casa Poli realizada por Mauricio Pezo y Sofía von Ellrichshausen en conjunto con los artistas Rosemarie y Eduardo Meissnerse se plantea un postura sobre la relación entre arquitectura y lugar, la conformación experiencias tanto al exterior como al interior de la casa y la combinación espacial del programa de una vivienda de verano y una residencia artística. Es decir, más allá del valor formal, espacial u material que pueden tener estas obras, lo que considero relevante es que son construcciones en las que los arquitectos pudieron poner a prueba ideas, inquietudes, planteamientos, es decir, discursos, independiente del hecho de que estemos o no de acuerdo con ellos. Es por esta capacidad de generar debate que estas obras, entre muchas otras, han logrado destacar en la escena contemporánea tanto a nivel nacional como regional.



“El interés de Alberti se centraba en la arquitectura como componente del nuevo saber. Escribió no tanto como un práctico hablando a otros prácticos del oficio, sino más bien como un humanista explicando a la gente rica e importante de su día, la exaltada profesión de la arquitectura y el lugar que ocupaba en la vida pública. Era la única clase de patronos que merecía la pena cultivar. «Yo os diría, si es posible», advierte a los futuros arquitectos, «que no os preocuparais más que por las personas del más alto rango y calidad, y también por aquellos que son los verdaderos amantes de las artes, porque vuestro trabajo pierde su dignidad al ser hecho para personas mezquinas». Estos patronos no eran solo mejores jueces del gusto, sino que también podían permitirse los mejores materiales. Alberti prefería que fueran buenas gentes.”[5]
Sin embargo, pareciera que históricamente este tipo de coincidencias solo son posibles con aquellos mecenas -clientes- “del más alto rango y calidad” y “verdaderos amantes de las artes”, condición que se podría ver reflejada en el caso de Chile a partir de los ejemplos citados anteriormente.
III.
Fabiola y Yair -T25 Arquitectos- me han solicitado presentar algunos referentes fuera del territorio nacional de proyectos de vivienda para clase media. Al hacer una sucinta revisión panorámica de la escena arquitectónica contemporánea en otros países de la región -los cuales cuentan con contextos políticos, sociales, económicos y culturales particulares y diferentes a los de Chile- podemos identificar que no solo las características formales o materiales que definen las obras son otras, también lo son los discursos que se presentan a través de ellas. Centrándonos nuevamente en el caso de la vivienda, ya no es tan recurrente la aparición de viviendas sub-urbanas en publicaciones, en su lugar proyectos de ampliación, remodelación o construcción de viviendas en barrios centrales de las ciudades forman parte del repertorio de obras presentadas. Siendo evidente que muchos de estos proyectos son desarrollados para clientes de clase media -e incluso baja-, destaca en el hecho de que los arquitectos igualmente han logrado generar la posibilidad de que estas obras, sin aparentemente desatender a las necesidades y recursos acotados que las pueden condicionar, proyecten cierta variedad discursiva dependiendo del autor de las mismas.
Es así como, por ejemplo, se experimenta con las posibles combinaciones de distintas unidades de vivienda y espacios residenciales tanto en vertical como en horizontal en barrios peri-céntricos de Buenos Aires y Bogotá en los proyectos Edificio 11 de septiembre de Adamo-Faiden y en la Casa Laverde de Antonio Yemail respectivamente; se reflexiona sobre la capacidad de crecimiento de viviendas unifamiliares en fraccionamientos de clase media incorporando materiales “sustentables” a partir del proyecto Un cuarto más realizado por Rozana Montiel en las afueras de Cuernavaca y de la Casa Villa Matilde de Terra y Tuma Arquitectos en una favela de Sao Paulo; o, en el caso de Chile, Alejandro Soffia desarrolla diseños a partir de materiales no tradicionales para abaratar los cotos de la construcción de ampliaciones o anexos de viviendas como en su proyecto Cabaña en Policarbonato.





No nos incumbe hacer juicios de valor en los ejemplos mencionados, pero no podemos dejar pasar el hecho de que la diferencia discursiva que se pueden detectar entre ellos deja en evidencia al menos una cosa: los discursos ocupados –implícita o explícitamente– en cada uno de los países son justamente la herramienta que tanto los arquitectos autores de las obras como los críticos utilizan para valorar las obras de ese determinado contexto. Independientemente entonces de la apreciación que podamos tener sobre estas obras, esta breve selección solo busca poner nuevamente en evidencia como a partir de encargos provenientes de la clase media es también posible vincular la agenda de los arquitectos con las necesidades de los clientes. Sin embargo, lo que es elocuente en estos ejemplos es que las ideas planteadas parecen limitarse únicamente a una experimentación con materiales de bajo costo o a ejercicios compositivos de distribución de espacios u programas dentro de volúmenes contenedores; esto llevaría a cuestionarnos: ¿son estos son los únicos discursos disciplinares que permiten ponerse a prueba bajo este tipo de encargos? E indiferentemente de esto, ¿por qué en el caso de Chile los arquitectos que realizan este tipo de encargos no los ocupan como medios para propiciar el debate en la disciplina? Sin hacer una investigación a fondo al respecto, pareciera que o no ha sido la intención de los arquitectos de este tipo de este tipo de proyectos plantear discursos en las obras, o si lo han intentado han quedado opacados por otros discursos -la experiencia, el lugar, la materialidad, etc.- que dominan la escena local.
IV.
Frente a la pregunta principal que plantea el workshop – ¿existe la arquitectura en la clase media? – me atrevería a responder sin vacilar que sí, siempre y cuando sean planteados discursos a través de los proyectos. En este sentido, me parece más relevante cuestionarse justamente sobre de la interrogante que se generaría a continuación: ¿cuáles serían entonces los discursos de la arquitectura en la clase media en el caso de Chile: los mismos que ya han instaurado las casas en el paisaje, aquellos referidos a la eficiencia de espacios y materiales, u otros ajustados a las particularidades que este tipo de encargo ofrece en el contexto local? Esto, considero, es algo primordial que no debe perderse de vista ni en el desarrollo del workshop ni en la investigación @encargoscomunes de T25 Arquitectos. ●
© de los textos e imágenes, sus autores.
Notas:
[1] Mark Wigley, “Typographic Intelligence”, Un Studio: Unfold (Amsterdam: NAI Publishers, 2002) 121.
[2] Michel Foucault, “El Orden del Discurso”, El Orden del Discurso (Buenos Aires: Tusquets Editores, 1992) 22.
[3] Juan Pablo Corvalán, ¿Cuál arquitectura chilena?”, CA 143 (2011): 69-73.
[4] Tafuri, Manfredo. “Introducción”, La arquitectura del humanismo (Madrid: Xarait, 1978), 9-10.
[5] Spiro Kostof, “Sentando las bases”, Historia de la Arquitectura, 2 (Madrid: Alianza Editorial: 1988), 709.